google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte: POR LA RIBERA DEL RÍO
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viernes, 10 de junio de 2016

POR LA RIBERA DEL RÍO.





Con los primeros calores de junio, apetece perderse por la ribera arbolada del río. Entre grandes árboles y arbustos, escuchando el murmullo del río y el canto de los pájaros...

lunes, 8 de diciembre de 2014

POR LA RIBERA DEL RÍO.


Los árboles y arbustos que cubren las riberas bajas de los ríos, están vestidos ahora con variados tonos verdes, amarillos, ocres, naranjas y rojos. Cuando tiren las hojas en la primera quincena de diciembre, el invierno ya se habrá metido...




El día llega con niebla. Pone otro punto más de contraste y añade otra forma de ver el paisaje...




Sobre la rama alta de un sauce se levanta una garza real y se va río abajo...




Después de observar el panorama de la zona, me interno en el bosque de galería que acompaña al río...




En el suelo veo hojas de distintos tamaños, formas y colores. Me llaman la atención estas dos. La amarilla es de un álamo blanco y la roja de una parra silvestre.




La luz rasante del sol intenta meterse por todos los rincones de la ribera... Crea un claroscuro muy especial entre la vegetación y el río.




En la orilla observo a un andarríos. Va registrando toda la orilla, dentro y fuera del agua, capturando pequeños invertebrados que viven en este nicho ecológico.




La luz tenue del sol, filtrada por las nubes, crea un ambiente muy agradable con los variados tonos de los árboles.




En la rama gruesa de un chopo negro se desarrolla un enorme yesquero. Una gruesa seta de madera, que pone otra forma en el otoño de estas masas forestales.




Afortunadamente el otoño está resultando lluvioso y templado. Esta meteorología se refleja en la variedad de tonos que tienen los chopos. Vemos tonos que van del verde al amarillo y de éste a la variada gama de ocres.




Un pico picapinos va registrando la rama caída de un chopo. Busca los insectos que habitan y se esconden en la madera.




En este tramo de la ribera la variedad de árboles es notoria. Los grandes álamos negros están cubiertos de amarillos y ocres. Las hojas de los alisos van perdiendo el verde oscuro, pasando por variados tonos verdes, amarillos y ocres. Los sauces van pasando del verde al amarillo limón, y los tarays van cambiando el color de sus finas y pequeñas hojas. Cada árbol tiene sus formas, sus colores y su sitio en la ribera del río. Todos juntos hacen grande a este ecosistema.




Ahora, los majuelos o espinos blancos están cargados de numerosos frutos maduros, con agradable sabor a manzana. Son el alimento de mirlos, zorzales,  petirrojos, ratones de campo...




El panorama que se vive dentro del dosel forestal que acompaña al río es muy variado. Veo grandes árboles y arbustos de distintas especies. Escucho la fauna que merodea por la zona. Los ladridos de un corzo macho que se ha asustado al verme y se aleja. El intenso aroma del río y de los álamos...




Un chochín va registrando la rama caída de un aliso, en busca de pequeños insectos. De vez en cuando salta y captura pequeños mosquitos.




La mañana está siendo muy agradable... La temperatura es templada y la luz del sol no molesta.  En cuanto a la fauna, se han visto corzos, al azor, una pareja de ratoneros, dos milanos reales, multitud de pajarillos...




Llego ahora a una zona donde el río corre sobre margas arcillosas y calizas. Aquí se forma una chorrera, en la que se pueden ver lavanderas cascadeñas y mirlos acuáticos.




Más arriba, posado en la orilla del río observo a un joven pito real. Parece que busca insectos en la arena. Después se acerca hasta el agua para beber.




El sol al final ha ganado a las nubes. Ahora alumbra cualquier rincón de la ribera. Yo, después de ver y captar pequeños instantes vividos a lo largo de la mañana, me marcho por el antiguo cauce por el que pasaba el río hace muchos años...


jueves, 26 de junio de 2014

POR LA RIBERA DEL RÍO.


En esta época del año, cuando las temperaturas alcanzan los treinta grados y el sol ciega la vista, apetece visitar lugares frescos con luz suave, donde el verde predomina y la fauna es variada.



El día viene sin nubes. El sol entra rasante, alumbrando la copa de los altos chopos de la ribera del río. El ambiente es fresco y el rocío de la hierba moja las botas. El murmullo del río de vez en cuando se rompe por el canto de un ruiseñor...




Un erizo anda buscando invertebrados entre la hojarasca. Cuando el sol esté arriba, iluminándolo todo, se habrá escondido en un rincón del sotobosque.




En una zona donde las máquinas no entraron para sacar la arena y la graba, crecen grandes álamos blancos de unos veinte metros de altura. Bajo sus copas se desarrolla un sotobosque muy variado...




En la rama muerta de un álamo descubro al más pequeño de los pájaros carpinteros ibéricos, el pico menor, del tamaño de un gorrión. Al primero que veo es al elegante macho. Se posa en la rama y va dando saltos hasta que llega a la entrada del nido, donde le espera uno de los pollos para recibir los insectos que lleva en el pico... A los nueve minutos llega la hembra, algo más desconfiada. Mira, remira, remira... y se va hasta la entrada del nido, donde le espera otro pollo...




Llego a una zona donde en los años ochenta y noventa se sacó la arena y la graba, para la construcción de viviendas en Madrid y su área metropolitana. Aquí dejaron al descubierto grandes lagunas artificiales, que en los últimos catorce años se han ido poblando de vegetación autóctona. En estas lagunas crían, invernan y descansan  numerosas especies de aves.




En la orilla de una laguna pequeña próxima al río, observo a una garceta blanca como captura pequeños peces e invertebrados...




Sobre las diez de la mañana, llega el pastor con un rebaño de unas trescientas ovejas y dos grandes mastines. Son ovejas autóctonas de Madrid, de la raza rubia de El Molar.
Durante el rato que están en la zona hablo con el pastor... Luego se van todos juntos río abajo. Por un instante, me quedo observado lo limpia que tienen de pasto y matorrales esta zona de la ribera. Aquí es difícil que agarre un fuego.




En un pequeño cortado de arenas y grabas que cae al río, dos abejarucos descansan cerca de sus nidos, donde están ahora las hembras incubando los huevos.




En esta zona, donde las máquinas no han entrado nunca, la variedad de especies forestales es alta y los árboles tienen grandes tamaños. El canto de ruiseñores, currucas, petirrojos, oropéndolas, jilgueros... no se acaba mientras dura el día.




En un rincón del río, donde flota la rama grande de un sauce, veo a un martinete. Está al acecho de los peces y algún anfibio o invertebrado desprevenido...




El sol va levantando y se va metiendo en el río... En unas piedras grades de la orilla he visto los excrementos de la nutria. Pero en esta zona del río se me está resistiendo. Aquí todavía no las he visto, pero visones americanos y sus muestras... para aburrir.




Después de un buen rato escuchando sus reclamos lastimeros, descubro en una rama pequeña de un sauce el curioso nido del pájaro moscón. Construido con lana de oveja y la inflorescencia o pelusa de los chopos.
La luz no es la adecuada (quien ha dicho que hacer fotografías en la naturaleza es fácil) pero hago una serie de fotografías... En una de ellas vemos al macho en la entrada del nido.




Llego a una zona poblada de grandes alisos, donde apenas hay chopos y sauces.




En la otra orilla, donde da el sol, veo galápagos leprosos de varios tamaños, que se tiran al río al sentir mi presencia... Metido entre unas zarzas y el tronco de un aliso, aguardo unos quince minutos a ver si salen del agua y toman el sol en la orilla... Después de media hora sólo consigo fotografiar a éste, que no sale muy convencido.




Estas importantes manchas forestales lineales, son los únicos bosques naturales que existen en la mayor parte de la campiña de Madrid. Aquí habitan durante todo el año o un parte de él, numerosas especies de la fauna. Sólo tienen un problema, que este ecosistema tan importante con abundantes recursos es muy pequeño y estrecho, y hay una competencia muy grande entre sus habitantes... Este año, la pareja de milanos reales que ha criado en el nido de ratoneros, a cien metros del nido del azor, ha perdido a sus dos pollos.




Los pequeños dragones del río o caballitos del diablo, se posan en las hojas de las zarzas próximas al río.




En todo el trayecto estoy viendo numerosos nidos, donde los pájaros ya han sacado sus primeros pollos. De mirlo, zorzal charlo, mito, jilguero, verdecillo, paloma torcaz, polla de agua... Este que vemos tan bien elaborado es de chochín.




Llego a una zona donde los grandes chopos y sauces abundan con un entramado sotobosque. Aquí el monótono canto del trocecuello no cesa. Los pitos reales, pico picapinos y oropéndolas son notorios también. Unidos a una banda sonora continua que pone el río y multitud de pajarillos. Como un fantasma, cerca de la copa de los árboles pasa el azor río abajo...




Fuera de la orilla del río, donde la ribera arbolada se expande entre pequeñas praderas y bosquetes de álamos, sauces y fresnos, a lo lejos oigo los ladridos de un corzo macho...
En un chopo negro la pareja de milanos negros tiene el nido. Está criando dos pollos. Cerca, posado en un chopo medio seco, un individuo de la pareja está al cuidado de los pollos.
La mañana ha pasado. Es la una de la tarde y el sol pega con ganas. Va siendo hora de retirarse por hoy.